Mientras que, en nuestros centros, preguntados alumnos y alumnas de la ESO cómo se veían de mayores, respondían que no sabían si terminarían los estudios, que no sabían si tendrían trabajo, que no sabían si podrían formar una familia, los chicos y chicas canadienses se veían como triunfadores en la abogacía, la empresa, la medicina o como inventores de algún producto que llegase a cambiar el mundo, como una vacuna contra el cáncer.