La misma noche de su estreno, el 16 de junio de 2019, Zendaya ya lanzaba un «amistoso recordatorio» sobre lo que se venía con Euphoria: «Es una serie para audiencias maduras, un retrato crudo y sincero de la adicción, la ansiedad y las dificultades de la vida actual. Por favor, vedla sólo si creéis que podéis gestionarla». Hoy, casi dos años y diez capítulos después, estamos de nuevo en la casilla de salida. Pero sin tuit de Zendaya. Al menos, de momento.
¿Es Euphoria el retrato definitivo de la generación Z? ¿Saben los adolescentes cómo gestionarla? ¿Es un grito por la visibilización de los problemas de salud mental y colectivos no hegemónicos como el trans? ¿Es un problema para adolescentes y un foco de preocupación para padres? ¿Es una incitación al consumo de drogas, al alcohol y al sexo sin protección? ¿Es una denuncia del machismo, el bullying y la pornografía? ¿Tiene la ficción tanta fuerza de arrastre?
Las preguntas podrían ser infinitas, ahora pasemos a las respuestas. Primero, de las que hay certezas: que HBO Max estrena hoy su segunda temporada, que la serie ha abierto debates sobre la adolescencia que no se habían explorado previamente en televisión y que Zendaya es una estrella sin punto de retorno. Capítulo cerrado.
«Si la serie está categorizada para una edad, hay que tenerlo en cuenta. Eso no implica impedirles nada, es educar y eso es responsabilidad de los padres», arranca Mónica González, coach infantil e integrante de la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía.